martes, 19 de febrero de 2008

LA MONTAÑA CALLADA: EL ÁVILA LA MADRE DE CARACAS

Estar frente a ti es estar frente a la calma, porque solo tú devuelves la paz a los habitantes de esta enorme ciudad urbana. Con solo mirar hacia el norte, ubicado en cualquier punto de la sucursal del cielo, nos podemos encontrar con la gran dama de la ciudad, quien cubre bajo sus faldas el suelo que vio nacer a hombres universales como Bolívar y Miranda.

Es el Ávila el mayor de los encantos con que cuenta Caracas, ya que en ella se guarda el silencio perdido en la rápida y cosmopolita capital de Venezuela. Es allí donde uno puede olvidar las tareas del día a día, para compartir un rato con la naturaleza y encontrarse con uno mismo.

El Parque Nacional El Ávila que con sus 85.192 hectáreas de hermosos bosques, frescas quebradas, maravillosas aves, coloridas flores y mágica energía, abre sus espacios para ser visitada y contemplada, ya que dentro de ella guarda un sin fin de historias únicas, que solo caminando por sus senderos sen pueden revivir.

Despertarse un domingo muy temprano en la mañana, colocarse su atuendo deportivo, montarse un pequeño morral que contenga lo mínimo para disfrutar de la montaña; un buen emparedado, fruta, jugo, agua, y de seguro una bebida energizante para deportistas, esto es solo el comienzo de la aventura en el verde follaje de la “Sierra Grande”.

Ya listo para subir y comenzar la caminata acompañado por amistades que disfruten de la travesía, se inicia la búsqueda de la recompensa por madrugar, ya que en unas horas se vera gratificada por el encuentro con el pueblo de Galipán, si es que subes por Cotiza, para sentir ahí la presencia de Kanoche; o ver Quebrada Quintero, una de las más impactantes caídas de agua del parque, esto si subes por Sabas Nieves; de seguro ir más arriba para vivir las experiencias de Pico Oriental, donde se siente los pasos de los Palmeros de Chacao; o de Pico Occidental, donde te obligas a pasar por la silla y rememorar las hazañas de Humboldt y Bomplant; y porque no llegar hasta Lagunazo, para sentir la energía de un lugar mágico que te coloca frente al mar del litoral central, y con solo voltear disfrutar de la extraordinaria ciudad capital.

Observar Querrequerres con su reclamo peculiar, Guacharacas con su aspecto particular; encontrarse cachicamos y ardillas son parte obligada de la visita; y si llegas a la cima, veras el cambio de la vegetación, de cómo pasas de bosques a plantas del subpáramo.

Esta hermosa montaña que de noche se ve tan callada, parece tal cual niña durmiendo en los brazos de su madre, para convertirse durante el día en la guardiana de la gran ciudad, con su flora y su fauna, que llenan de paz y de una exquisita fragancia que deja de todo aquel que visita Caracas una marca difícil de borrar.

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