Si el Padre Río, el Orinoco, es el caudal más grande de Venezuela, no se puede dejar de mencionar el segundo más poderoso por la fuerza de sus aguas, como lo es la Hija de la Luna, mejor conocida con el nombre de Caroní.
El Río Caroní nace gracias a la unión de las aguas del Cuquenán ó Kukenán con el Aponwao, con un recorrido de 975 kilómetros, el tercero más largo de Venezuela, cuyas cabeceras se encuentran en las alturas del Malawi, tepuy conocido con el nombre de Kukenán.
Justo para poder ver el lugar donde nace la Hija de la Luna, es necesario sobre volar el tepuy, con los permisos respectivos claro esta, pero nosotros volaremos con nuestra imaginación hasta la cima del Kukenán, a 2600 metros sobre el nivel del mar, ahí veremos el techo de esa formación rocosa, una de las más antiguas del planeta, ahí esta, imponente, mística, llena de una energía envolvente. El ambiente se hace misterioso, pero calmado, de una paz única, de seguro la que Dios es capaz de dar al tocarnos con su mano, esa mano que dibujo y le dio vida esta formación natural, de la cual producto de las constantes lluvias se formaron una grietas por la cuales se filtra el agua, esa agua que forma un pequeño río, que se va sumando con pequeños hilos de cristalino liquido, convirtiéndolo en un caudal que consigue varios espacios por donde meterse, hasta encontrarse en un borde rocoso, en una de las paredes verticales del tepuy, ahí cae el Cuquenán, un salto que se convierte en el cuarto más alto del mundo, con más de seiscientos metros de caída libre sobre las tierras que le dan vida.
Cuquenán es el tepuy, es el río, es la caída de agua que le da vida a la Hija de la Luna, a ese Río que es conocido comúnmente con el nombre de Caroní, cuyas aguas alimentan a la represa más grande de Venezuela, como lo es el Gurí, y es el primer afluente que alimenta de agua al maravilloso Parque Nacional Canaima.
El Río Caroní nace gracias a la unión de las aguas del Cuquenán ó Kukenán con el Aponwao, con un recorrido de 975 kilómetros, el tercero más largo de Venezuela, cuyas cabeceras se encuentran en las alturas del Malawi, tepuy conocido con el nombre de Kukenán.
Justo para poder ver el lugar donde nace la Hija de la Luna, es necesario sobre volar el tepuy, con los permisos respectivos claro esta, pero nosotros volaremos con nuestra imaginación hasta la cima del Kukenán, a 2600 metros sobre el nivel del mar, ahí veremos el techo de esa formación rocosa, una de las más antiguas del planeta, ahí esta, imponente, mística, llena de una energía envolvente. El ambiente se hace misterioso, pero calmado, de una paz única, de seguro la que Dios es capaz de dar al tocarnos con su mano, esa mano que dibujo y le dio vida esta formación natural, de la cual producto de las constantes lluvias se formaron una grietas por la cuales se filtra el agua, esa agua que forma un pequeño río, que se va sumando con pequeños hilos de cristalino liquido, convirtiéndolo en un caudal que consigue varios espacios por donde meterse, hasta encontrarse en un borde rocoso, en una de las paredes verticales del tepuy, ahí cae el Cuquenán, un salto que se convierte en el cuarto más alto del mundo, con más de seiscientos metros de caída libre sobre las tierras que le dan vida.
Cuquenán es el tepuy, es el río, es la caída de agua que le da vida a la Hija de la Luna, a ese Río que es conocido comúnmente con el nombre de Caroní, cuyas aguas alimentan a la represa más grande de Venezuela, como lo es el Gurí, y es el primer afluente que alimenta de agua al maravilloso Parque Nacional Canaima.
Fotografías: National Geografic y Francisco Villegas
2 comentarios:
He ido dos veces al Roraima. En la travesía se atraviesa el río Kukenán y nunca me había pasado por la mente que este río contribuyera a la formación del Caroní.
Es interesante observar como un río pequeño, no muy caudaloso, que puedes atravesar caminando, pueda llegar a tener tanta fuerza para generar electricidad a millones de hogares.
¿Cómo estas Ivan? Así es, el Caroní, como todo lo que esta envuelto en el manto de Canaima tiene una fuerza maravillosa, capaz de hacer latir a todo el planeta. Aquel pequeño río, así como le pasa el Orinoco, se transformar en un poder capaz de mover todo el motor de un país.
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